viernes, febrero 15, 2013

Won't bow don't know how



A los que os guste la nueva ficción televisiva norteamericana deberíais estar familiarizados con el nombre de David Simon. Para los que no, no pasa nada, os lo describo: David Simon es Dios. Creador de la que posiblemente sea la mejor serie de televisión de la historia (ni posiblemente ni hostias, la mejor) y una de las mejores cosas que ha hecho la humanidad así en general: The Wire, una serie en la que cada capitulo, cada escena, es una obra maestra. Además tiene otras cuantas cosas por ahí de las que absolutamente nada baja del sobresaliente muy alto y entre todas esas cosas Treme es su producción más reciente. Y no solo es la más reciente, si no que es con diferencia la más David Simonesca de todas, con todo lo que ello implica: series muy poco accesibles, donde no va a llegar un novato y le van a explicar todo desde el principio para explicárnoslo a nosotros, donde la gente discute complejos procedimientos judiciales sin ser conscientes de que hay un espectador en la cuarta pared, donde no se nos van a enfocar los objetos importantes ni se nos van a repetir las palabras clave. Esto hace que para según que personas las series de Simon sean muy complicadas de seguir, pero como el mismo dice en el que creo que es uno de los mejores mandamientos que se puede seguir al hacer ficción:
Fuck the casual viewer. Seriously, who wants a casual viewer? If you’re a writer do you want a casual reader?
Que le jodan al espectador casual, sin más, la satisfacción como espectador que da encontrar un producto que no te esta tratando como a un borrego, que presupone que eres capaz de mirar y llegar más allá y que no te lo tiene que dar todo mascado es una gozada. Y el estímulo intelectual que te da una serie de estas características no tiene precio, esa es la verdadera razón y no otra por la que David hace obras maestras, no son los valores de producción, no son los magníficos guiones, no es el realismo, no es la critica social; es que todo lo anterior se combina para exigirte a ti mismo más como telespectador, pero todo lo que te pide te lo devuelve con creces. Y en ese sentido Treme nos pide y nos da lo mismo que anteriores obras de su creador, con una diferencia: ya no hay un gancho de una historia interesante, ya no tenemos las investigaciones policiales de The Wire, que pese a estar desnudas de toda épica aún pertenecen al género clásico del policíaco, no tenemos el trasfondo militar de Generation Kill que siempre dará para escenas de acción. Aquí solo tenemos la vida, prosaica y aburrida a veces, emocionante otras, injusta casi todas, relatada gracias a una veintena de personajes que viven sus vidas de forma independiente, y que a veces se cruzan, a veces enlazan sus historias y a veces simplemente chocan y salen rebotados.



Y esta cantidad de personajes favorece que exista una única protagonista muy clara y casi casi omnipresente: la dama sureña, la ciudad de la media luna, Nueva Orleans, en toda su extensión y dimensiones. Sus lugares con gente de pasta, sus projects infames, sus escuelas, sus negocios, su burocracia, su corrupción, su crimen, su comida y bebida, sus costumbres y tradiciones, sus fiestas (y menudas fiestas), y, sobre todo, su música, toda su música, una cantidad y variedad de música que ni os imagináis. Y si protagonista es el lugar, protagonista es también la época: justo después de que el Katrina arrase la ciudad, acontecimiento que marca a casi todos los personajes arrancándoles partes de su vida: un familiar, sus casas, su medio de ganarse el pan, las ganas de seguir adelante o simplemente una idea de si mismos.



Puesto que la tragedia del huracán ha creado una pequeña tragedia en cada uno de los personajes, los conocemos (a ellos y a la ciudad) por como se enfrentan los problemas que les pone la vida. Protagonistas pequeños en tramas sin épica ninguna. Tenemos a LaDonna, mujer temperamental y echada pa'lante que busca a su hermano y trata de reconstruir su bar; Sonnie, músico callejero que tontea con las drogas y a la dulce Annie que trata de sobrevivir con/a Sonnie; Antoine que ha perdido su coche y sablea a los taxistas mientras busca actuaciones a salto de mata para ganarse la vida; DJ Davis que está como una puta regadera y siempre lo ha estado; Janette que lucha por mantener su negocio en pie mientras todo se hunde (literalmente) a su alrededor; Toni que pelea junto a los que no tienen nada y su marido Creighton que ha perdido las ganas de todo; el gran jefe indio Lambreaux, pilar de la comunidad y cabezón incluso en la peor de las adversidades. Y según avanza la serie tenemos más personajes (policías, periodistas, políticos), y los problemas van cambiando, algunos se resuelven, otros no, pero en todos se lucha, siempre, frente al mundo decadente sin solución con desgracias cíclicas de The Wire. Frente al juego amañado y la corrupción sistemática del sistema y las instituciones, que están igual de presentes en Nueva Orleans como en Baltimore, Treme pone la esperanza y las ganas de luchar. Es el mensaje más importante, el que da titulo a esta entrada, es el "Fight the good fight", es el "Doesn't matter if you win, the important is how you fight", lucha aunque no puedas ganar. Es una comunidad orgullosa que es capaz de organizarse cuando las instituciones fallan, y por eso mismo pese a la gravedad de los problemas o falta de soluciones en muchos puntos y la ausencia de buenos finales, o de finales en absoluto (porque como dice la propia serie no se puede pensar en la vida en términos de comienzos y finales) consigue dejarte siempre con una sonrisa en los labios y un optimismo vital casi contagioso.



Los medios para conseguir poner en marcha tan complejo retrato de la vida misma son los habituales de su creador. Primero unos actores en estado de gracia que vienen de tres fuentes: los viejos conocidos (caras de The Wire a punta pala); grandes genios de la escena (enormes John Goodman y Melissa Leo) y; sobre todo, los actores no profesionales, la realidad mezclándose con la ficción. Grandes y pequeños músicos interpretándose a si mismos o a sus extraños reflejos (destacada: Lucia Micarelli, violinista clásica en su primer, único y brutal papel como actriz), supervivientes de la tragedia relatando de forma casi documental, chefs de cocina reconocidos mundialmente dando una versión aumentada de sus personas, el mundo de la calle y los trapicheos, en definitiva la realidad confundiendo al espectador. Segundo un realismo que podría aplastarte, pero que en lugar de eso te envuelve, no se escatima ni un solo detalle; por complejo, intrascendente e incomprensible que pueda resultar para el publico; a lo hora de describir tanto situaciones cotidianas (la reforma de una casa, una denuncia, contratar a unos proveedores) como cosas algo más interesantes (procedimientos judiciales o policiales, entresijos del mundo de la música). Y finalmente tenemos el ritmo y el montaje, sin escenas trepidantes, con unas tramas que se extienden todo lo que haga falta con mucha calma y con pocos (aunque alguno hay) recursos fuera de la narración lineal; en el montaje destaca el usar varias historias paralelas al mismo tiempo de diferentes personajes (que igual no se han llegado a cruzar en la vida) para contarnos historias similares desde distintos puntos de vista o con diferentes matices. Y ademásy cortando las escenas nos encontramos con los omnipresentes interludios musicales...



La Música, música por todas partes, música de todos los tipos, música a punta pala. Si algo hace a esta serie especial y diferente es la música. Los protagonistas tocan música, la escuchan, la producen, la venden, la compran, Nueva Orleans es música. Sorprende la cantidad de música y géneros que caben en una ciudad de mediano tamaño, y no solo Jazz y Blues como estara pensando todo el mundo, la influencia francesa e hispana de la zona, combinada con ritmos africanos, combinada con vaya usted a saber qué, ha dado origen y soporte a una cantidad de géneros genuinos apabullante: Los omnipresentes Jazz, Blues (con su heredero el Rock) y Soul, el más moderno Funk en la misma linea, Country, Dixie, música Cajun de los pantanos de Louisiana así como decenas de variedades de folk americano o música hispana que entra desde el caribe, y enlazando estilos conocidos acabamos llegando a escenas musicales inesperadas, por ejemplo el animalísimo Sludge Metal (una suerte de Doom-Trash). Y todas estas músicas, junto con bastantes más (folk celta, clásica, jazz moderno) aparecen en varios momentos de la serie, a veces cumpliendo una importante función narrativa, y otras como simple telón de fondo. Si te gusta la música en general puede hacer que veas la serie solo por eso (si no te gusta casi que ni empieces). En este sentido los discos de las dos primeras temporadas de la serie son magníficos, pero hay gente que se ha dedicado a recopilar listas con todo lo que sale en todas las temporadas (pista, una burrada de cosas).

 



Bueno, y después de esta felación en toda regla a una de las mejores series que hay ahora mismo en antena, solo queda recomendar que la veáis y la escuchéis. Nos vemos en Bourbon Street (o en la calle bebiendo un bourbon, lo que ocurra primero).


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